Fabricar queso es mi mayor pasión
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Entusiasmo insuperable

“Yo no podría vivir sin el queso “, dice Dominik Sturzenegger con una amplia sonrisa en el rostro. Este maestro quesero no admite dudas al respecto: “Fabricar queso es mi mayor pasión, ¡es lo más bonito que puede haber en el mundo!”.

Dominik trabaja en la quesería con un entusiasmo insuperable y un buen humor contagioso, pero también señala que la producción de queso es un trabajo agotador. La faena comienza a las cinco de la mañana. Las continuas idas y venidas con las lecheras repletas o con quesos de hasta 24 kilos exigen poseer una gran fuerza y resistencia. A esto hay que añadir el ambiente de la quesería, comparable al de un baño de vapor por su temperatura y humedad excesivas.

Perfección en la fabricación artesanal

Para que el “Lustenberger 1862” pueda alcanzar perfectamente su sabor intenso y afrutado, se requiere una atención muy esmerada: “Todo tiene que encajar a la perfección en la elaboración del queso, desde la calidad de la leche hasta las bacterias, pasando por la temperatura”. La leche viene de granjas cercanas, como la de Tobias Roth por ejemplo. La quesería Sturzenegger de Wigoltingen es un negocio familiar en el que, además de Dominik, trabajan su tío y su hermano. Los quesos se producen con métodos artesanales tradicionales, sin utilizar aditivos artificiales, y la única materia prima es la leche. Nuestro “Lustenberger 1862” es, por consiguiente, el fruto excepcional de la tradición familiar, de la dedicación personal y del empeño por alcanzar la perfección en el trabajo artesanal.

No obstante, para obtener un queso perfecto todavía falta un elemento esencial. “En el sabor influyen mucho el clima y la lubricación con gelatina durante la maduración”, dice el maestro quesero Sturzenegger. Esto lo sabe perfectamente Erich Albin, encargado de la maduración del “Lustenberger 1862” en las bodegas familiares de “Lustenberger & Dürst SA”, situadas en las cercanías del lago de Hünenberg.

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