Un secreto bien guardados
Los Lustenberger producían sus quesos en la localidad donde estaban asentados, Habschwanden, situada en la región de Entlebuch, en pleno centro de Suiza. El aire puro y las vacas de los pastos montañosos infundieron a Maurice un apasionado afán por el perfeccionamiento de la producción del queso familiar, cien por cien natural. Siempre preservó, con sumo celo, el secreto de producción y maduración del queso, transmitiéndolo a las nuevas generaciones de su familia.
De quesero a comerciante
Siendo aún joven, Maurice Lustenberger acudía al mercado de Lucerna a vender su propio queso con el de su padre y otros maestros queseros. Allí estableció sus primeros contactos con algunos comerciantes internacionales y no tardó en ganarse una excelente reputación por la gran calidad de sus productos. En 1862 fundó su propia empresa, cuyo rápido crecimiento hizo imprescindible la construcción de una bodega quesera en el subsuelo de arenisca de Langrüti, en las proximidades del lago de Hünenberg. Aquí encontró Maurice el terreno y el clima naturales óptimos para la maduración artesanal de sus quesos.
Tan original y auténtico como el queso de 1862
Movido por su enorme afán de perfección y su gran visión de futuro, Maurice Lustenberger se propuso conseguir la producción de quesos de la mejor calidad. Gracias a sus conocimientos y experiencia creó una de las empresas suizas líderes en la maduración y exportación de quesos, que ha contribuido sin duda alguna a fomentar el éxito cosechado por el queso suizo en el mundo entero.
Sus hijos y nietos heredaron su pasión y la mantuvieron, logrando que hoy en día el queso “Lustenberger 1862” siga siendo tan auténtico como el del año de fundación de la empresa.